enero 21, 2023



Job imaginó que construiría su nido en las alturas,
que la integridad de su conducta lo protegería contra la desgracia.
Y sus amigos creyeron, equivocadamente,
que el Señor solamente había podido castigarlo
porque había hecho algo malo en secreto. Pero no.
La desgracia también les ocurre a los buenos.
No podemos protegernos contra ella.
No podemos proteger a nuestros hijos.
No podemos decirnos:
“Aunque yo no sea feliz me aseguraré de que ellos lo sean”.

Vamos con el viento en popa.
Creemos que nos empujará para siempre.
No será así.
Nos desvanecemos como una nube.
Nos marchitamos como la hierba de otoño y,
como un árbol, nos arrancan de raíz.

 ¿Hay algún fraude en el orden del Universo?
¿No hay nada imperecedero, nada que no fallezca?
 
No podemos quedarnos donde estamos.
 Tenemos que seguir adelante.
 Tenemos que hallar aquello que es superior a la fortuna o al destino.
 Solamente eso puede traernos paz.

¿El cuerpo del sabio o del justo está exento del dolor,
del desasosiego, de la deformidad que podría arrasar su belleza,
 de la debilidad que podría destruir su salud?
¿Confían en Dios?
También Job tenía un lazo estrecho con el Señor.

 ¿Sus amigos y sus hijos son su estabilidad?
 En el mundo entero no hay un escondite donde los problemas no te alcancen.

Nadie sabe cuándo visitará su casa la aflicción, así como le pasó a Job.
 En el instante que todo le fue arrebatado a Job,
 supo que había sido el Señor quien se lo había arrebatado.

 Dejó de buscar las recompensas materiales fugaces de la vida.
 Buscó lo eterno.
 ¿Él que ve la mano de Dios solamente nota que Él da?
 ¿O él que ve la mano de Dios también no ve que Él quita?

You Might Also Like

0 comentarios