Que es un demonio? Por Joseph Campbell

enero 16, 2018





El gran mitólogo e historiador de las religiones Joseph Campbell es conocido por su penetrante entendimiento de los arquetipos que atraviesan las diferentes culturas y nuestro mismo inconsciente colectivo, particularmente por su estudio sobre el arquetipo del héroe. Campbell es especialmente calificado para entender el significado recurrente de diablos o demonios, que aunque irreductibles a un único entendimiento, guardan características o motivaciones similares en su aparición en la religión y en la psique humana.


En el texto An Open Life: Joseph Cambell in Conversation with Micheal Toms se encuentra está excelente cita:
Mi definición de un diablo es un dios que no ha sido reconocido. Esto es, un poder en ti mismo que no has logrado expresar y que has retraído. Y entonces, como toda energía reprimida, se va apilando y se convierte completamente peligrosa para la posición que quieres mantener.

Aquí hay dos puntos importantes, por una parte la lectura psicológica de los diablos o demonios, que son entendidos como aspectos de la mente que al no ser atendidos se mueven hacia la sombra, como una especie de toxina que se va acumulando hasta que no puede ser ya enterrada e irrumpe en nuestra vida, como si fuera un demonio, una enfermedad o una contrariedad que tiene su propia existencia. Por otro lado, se entiende aquí que estos demonios en realidad son nuestros amigos. Por dos razones, por una parte porque vistos desde una perspectiva no-dual o que no condena moralmente su manifestación, estas energías demoniacas son también fuerzas divinas, aspectos de un mandala o una totalidad psíquica que no han sido reconocidos, pero que al ser parte de esta totalidad no son menos divinos. Un ejemplo de esto existe en el budismo tántrico donde el enojo, por ejemplo, cuando es reconocido y aceptado como pura energía, se convierte en una forma de sabiduría (específicamente en "sabiduría similar al espejo"). Algo similar podría hacerse con los sietes pecados capitales y diablos representativos, los cuales sería regresados a su naturaleza angelical original al entenderse aspectos de Dios. La otra razón por la cual los demonios nos nuestros amigos es que nos producen malestares y desavenencias que nos sirven como síntomas para notar que tenemos una condición que debemos de resolver, que hay algo que debemos de enfrentar si queremos crecer. En este sentido son nuestros aliados aunque lo son son al aparecer como nuestros enemigos, de alguna manera en una especie de teatralidad sagrada.

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En el budismo tibetano este entendimiento de los demonios ha sido desarrollado de manera sumamente sofisticada, particularmente con la práctica de chöd, donde se busca enfrentar y hasta alimenta a entidades demoniancas (que son como cuerpos emocionales: miedo, ambición, enojo encarnados, etc), para reconocer que no son otra cosa que la naturaleza misma de nuestra mente. El maestro tibetano Thinley Norbu Rinpcohe escribió: "Mientras que no creamos en nuestra propia naturaleza búdica, las proyecciones de la mente ordinaria de demonios y dioses seguirán ocurriendo, y creeremos que tienen una realidad objetiva y separada". En otras palabras es sólo porque creemos que existe el mundo material objetivo e independiente de nuestra mente que podamos experimentar apariciones de demonios y demás. Es esta noción de ser un ego en contraposición a un universo de objetos la que permita que puedan existir demonios y elementos agresivos. Thinley Norbu en White Sail agrega:




Siempre existe el mal causado por la energía dualista del ego. Al olvidar que todas las proyecciones, reacciones y contraproyecciones tienen su raíz en el ego, el mal parece proceder de afuera de nosotros de múltiples formas y sonidos. En realidad, el mal sólo aparenta tener una independencia externa, esto es debido a que uno olvida lo que el propio ego demoniaco ha creado al construir malos hábitos por muchas vidas, no reconociendo las propias proyecciones
El santo yogui del Tíbet, Milarepa dijo:
Las fuerzas malignas de demonios masculinos o femeninos
que causa miríadas de problemas y obstrucciones
parecen reales antes de que uno ha llegado a la iluminación
pero cuando una ha descubierto su verdadera naturaleza
se convierten en protectores,
y  a través de su ayuda y asistencia
uno alcanza numerosos logros.
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De la misma manera que en la mágica salomónica occidental se utilizan los ángeles y espíritus, estos demonios en el budismo tántrico son utilizados como protectores y guardianes del dharma. Pero para que esto suceda se tiene que llegar a la realización profunda de la naturaleza de la mente, de que no existe separación entre la conciencia y los fenómenos externos y demás. Es importante mencionar que existe una tendencia a interpretar estas ideas de los demonios o entidades como coemergentes a la mente creyendo que todo es una mera proyección de nuestra mente y que realmente no existen mientras que nosotros sí existimos. Pero lo que se dice en el budismo es que estos demonios son tan reales (relativamente) e irreales (absolutamente) como nosotros mismos, como el yo fijo con el que nos identificamos. Esto es lo radical, no perderle miedo a los demonios, sino perderle miedo a todo porque no hay nada exista realmente por su propia cuenta, lo único que subsiste es algo inefable y misterioso, que a falta de otro término llamamos la budeidad, o el estado natural, intemporal, libre de contenido u objeto de la conciencia.


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